bUsCaR (en este blog ó en internet)

25 enero 2008

uN OjO eNtRe eL cOnsUmO y lA iNseGuRidAD

Parece ser que las costumbres cambian según se puedan o no seguir haciendo las cosas que hacemos habitualmente .

El hombre no parece aferrarse a sus viejas conductas consumistas sino ir buscando variantes que se amolden a su confort, devenir, necesidad...

Antes, cuando los '80 y yo era un adolescente en ciernes, solíamos pasarnos las noches vagando, en el centro o en algún otro barrio de Buenos Aires, sin que ello implicara un gran riesgo para nosotros. A decir verdad, el riesgo a veces éramos nosotros!!

Con el correr de los años se ha hecho cada vez más evidente que esa parece ser una costumbre para temerarios y en vías de extinción. Al menos por estas costas.

Es cierto que de las nuevas reglas sociales nunca se vuelve. Necio sería de mi parte añorar lo que no será.

Pero también es cierto que estas nuevas reglas como "No saldrás a arriegarte después de las 11 de la noche", etc.., llaman a conciencia acerca de a cuántas cosas hemos ido renunciando mansamente por no saber prevenir ni combatir la inseguridad urbana.

Mis hijos no conocerán la libertad de vagar por calles poco iluminadas con esa tranquilidad campechana que se disfrutaba al respirar, aún en una gran orbe como ésta. Ellos crecerán en la restricción perversa de evitar a aquellos que, por uno u otra razón que no viene al caso, están dispuestos a robarse hasta nuestra paz, nuestra libertad; nuestro aire. Y hasta a lastimarnos por ello.

Ninguna sociedad que haya abandonado a los suyos como lo ha hecho la nuestra puede reclamar ahora ese aire ni esa paz. Eso, asegurado.

Pero quienes tan brillantemente han hecho la vista a un lado dejando que miles y miles se quedaran fuera de la fiesta no han considerado cuán mal negocio es que las calles estén pobladas de malhechores pobre y despobladas de consumidores pudientes.

Hoy, las familias consumen en casa. Películas alquiladas, video-cable, comida vía delivery, internet banda ancha...Pero es mucho más lo que se ha dejado de consumir por fuera de la casa.
Una pareja que sale fuera, a comer, a ver una película al cine, consume transporte público (o combustible y estacionamiento en su defecto); consume espectáculos (teatro, un grupo tocando en un pub); consume golosinas, flores, bebidas, comidas quizás... Y además, mira artículos expuestos en negocios al paso, quizá cerrados, pero que tientan su consumo y quizás lo hagan realidad en la semana venidera...

Si el mundo se queda en casa, no sólo se resiente la economía: También las relaciones. Todos necesitamos respirar ese aire renovador que está afuera, esperándonos.

Si no, poco a poco, la propia casa se irá transformando en una suerte de carcel, cuyas rejas, además de protegernos, nos estarán privando de la merecida libertad.

O acaso no está pasando eso ahora mismo?