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24 marzo 2008

OjO: ConSumo CuiDadO


Te preguntaste alguna vez por qué esta sociedad es como es? Nos quejamos de toparnos siempre ante mezquinos, ventajeros, arribistas, embusteros, avaros, ladinos, materialistas, pusilánimes y todo tipo de seres que sólo piensan o se satisfacen con objetos, cosas, dinero...

Por qué? Para qué?

Esa conducta excede, desde ya, la natural preocupación del hombre por la subsistencia. Es la prolongación de ésta hasta niveles de exsacervación intolerables.
Pues esta conducta, hoy por hoy a todas luces antisocial, es la resultante de un siglo de estimulación del consumo en todos los estratos sociales, países y culturas más o menos "civilizadas".

De hecho, el concepto moderno de civilización es "sociedad hábil y hábida de consumo".

Desde la Revolución Industrial hasta nuestros días, en los albores de la "Revolución Ecológica", los dominantes del discurso del sistema han sido condicionados por dos premisas: La estimulación del consumo para promover la producción y por ende la riqueza por un lado, y el fantasma del excedente de producción, causante de la recesión, por el otro.

Una máquina de producir requiere ser "necesaria" y "eficiente"; en otras palabras, necesita de consumidores -y en un gran número!-, y que sean prolíficos o al menos constantes.

Funcionales a ella han sido las modas, la publicidad y la guerra.

En este sentido, y ya vamos llegando al punto, cualquiera que siga alguna o más de estas tendencias será cómplice al menos de ingenuidad social.

Ahora, si está comprobado que es el consumo exacerbado el que termina dañanado inevitablemente el planeta, ¿por qué seguir entrampados entre estas tres cabezas de serpiente?

Pues porque esas tres áreas son en las que más se identifica al hombre occidental civilizado, y eso no es más que otro acierto publicitario-propagandístico: En cierto punto, hoy, publicidad es sinónimo de propaganda. Ellos logran que un litro de leche de $1 llegue a costar $1,70. Sólo porque Ud. prefiere el publicitado, pedazo de torpe!, lo que lo va conviertiendo en una moda y a Ud. en un rehén de la guerra consumista.

Pero si de guerras hablamos, debemos entender que cuando no es posible aumentar el consumo civil, cuando la avaricia no es plenamente satisfecha aumentando el consumo de leche a precios más altos, cuando hace falta más riqueza en menos tiempo es cuando se planean las guerras más absurdas.

Hay conflictos fáciles de comprender: Tu vecino necesita lo que vos tenés, pero vos también lo necesitás, y no lo compartís: Ergo, guerra.
Pero hay otro tipo de conflagración donde la única intención es promover la producción de materiales bélicos y su consumo inmediato. Ese es el concepto de "guerra posmoderna".
Si esa estrategia de consumo combina además con algún posicionamiento estratégico y/o posibilita abrir nuevos mercados para el invasor, tanto mejor. Nada se deja librado al azar. Estas tres cosas convergen hoy en Irak.

Como verás, simple lector, ser urbano sencillo que vives en una orbe de necesidades diarias y compromisos semanales pretendidamente pacíficos, la leche que compras en el supermercado puede matar. En otras palabras, entre tú y esa leche, la publicidad que la patrocina, los empresarios que la manufacturan y la guerra que se hace para poder producirla más barato y venderla más cara ganando más dinero sólo hay tiempo. Es sólo cuestión de tiempo.

Cómo? Si. Sin una guerra como la de Irak, el combustible que lleva esa leche de un lado al otro hasta la góndola de donde la levantas para llevarla a casa (quizas en tu auto!) no costaría lo que cuesta, encareciéndola a ella y a todos los productos transportados.

Sin una guerra cada tanto, los distribuidores de esa leche deberían competir con demasiados otros manufacturadores y distribuidores, negociar con más productores con menores ventajas; los inversores (que tienen acciones en armas tanto como en lácteos!) no se enriquecerían sin esa guerra nuestra de cada decenio o lustro y por tanto no podrían invertir tanto en sus negocios de alimentos.

Y además, el Estado benefactor y recaudador de esos negociantes en leche y demás no podría sostener su poder político sin éstos caballeros de la guerra, obligándose desde sus campañas electorales a dar un guiño a esas pretenciones belicistas que concretarán una vez que estén sentados en el sillón presidencial. Y me refiero sobre todo, claro, al que se encuentra puertas adentro de la Casa Blanca.

Bueno, la comprobación de ésto no la hallarás a un costado del cartón de leche; no habrá allí una leyenda que diga: "Esta leche patrocina la Guerra de Irak", sino posiblemente una advertencia de Missing Children con la cara de algún niño requerido. Así es este juego de espejos.

Pero no te dejes engañar: La leche también mata, en tanto bien de consumo. Mata como las galletitas, los caramelos, el envoltorio plástico y la bolsita en que los llevas una vez comprados.
Porque además, mata al planeta. Y qué podríamos esperar de los señores de la guerra, que se preocuparan justamente ellos por no arrojar gases tóxicos o fluidos contaminantes al suelo y aguas? Ja, como veis, todo cierra. Pues los responsables son los mísmos!

Por eso, y como pregona un amigo ecologista desde hace tiempo, ya no basta con Greenpeace amigos.

Éste es un caso para Greenwar!
Y para cuándo?

Qué disfrutes de tu desayuno mañana.