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25 marzo 2009

uN OjO sObRe lA LiBerTaD (hoY, 24 dE mArzO)



Muchas veces me pregunté qué es la libertad.

Un buen amigo dice que ella no existe, que es uno de los grandes mitos de la existencia. También lo dicen otros, filosos ellos, que no por no ser amigos dejan de tener mi consideración.

Hay, a mí juicio, dos clases o niveles de libertad: La que nos es dada y la que nos permitimos.

La primera está impuesta por las circunstancias, y está en nosotros asumir la lucha por cambiarla: Es la del esclavo que quería ser libre pero era sometido por la fuerza de un sistema; es la del casado que sabe que es su deber respetar ese compromiso asumido.

La segunda tiene que ver con los sentimientos y con la conciencia. Hay quienes se permiten todo y otros que nunca se permiten nada. Es decir, están los libertinos de conciencia y los esclavos de conciencia.

En el trabajo como en el amor, hay niveles de discrecionalidad. Estos niveles de “permisividad” son inconstantes tanto como sus dueños, las épocas y hasta el clima, por banalizar un poco la “razón”, que es justamente la madre de la mayoría de los malentendidos a la hora de hablar de “Libertad”.

En efecto, intentar razonar la decisión de alguien en pos de su libertad, cuando esta afecta los sentimientos de otros cercanos a él, confunde más de lo que aclara. Y a pesar de que estoy poniendo razonamiento en esto, no se debe confundir mi palabra con un intento racionalista de abordar el tema.

A lo que voy es que no hay, ciertamente, libertinos o esclavos, sino niveles de auto permisividad. Estos responden a necesidades muy complejas, a mitos, sueños y deseos que muchas veces dominan lo real hasta crear realidades de profunda raíz inconsciente. Si no, recuerden siempre la frase: “Yo sé que no me conviene, pero no puedo dejarlo…”

Sí, hay adicciones. Ellas no siempre se basan en el simple consumo de estupefacientes, claro. Hay repetición de conductas, de hechos, de movimientos y de reacciones que nos llevan siempre al mismo lugar de donde queríamos salir (ver “Todo es una Cadena” en http://poesiascinicas.blogspot.com). Esto nos lleva a hablar, ahora, de las causas que limitan la libertad (si es que ella existe realmente en un plano humano).

La primera limitante de una libertad absoluta sería el hombre mismo, en tanto carnal, mortal y vulnerable. Estamos hablando de un ser limitadísimo físicamente: No puede correr los 100mts por debajo de los 8seg por ejemplo, aun bajo estimulantes, como si puede hacerlo el cheeta. He ahí una limitante evidente. Tampoco puede sobrevivir bajo el agua 15m sin tanques de oxígeno, como sí puede hacerlo el delfín, por dar un caso.

En revancha, el hombre ha desarrollado una herramienta de liberación que trasciende su finitud, incluso la de su vida: La imaginación. Ésta es su mejor costado pero también la causa de sus mayores penas.

La imaginación puesta en acción crea. A esta creación solemos llamarla “Arte”, y produce obras que sobreviven al autor y a todos los que lo conocieron. En el arte, el hombre se expresa; no necesariamente comunica, sino que se deja ir; corre en menos de 8’’ los 100mts llanos… Nada bajo el agua durante horas sin más que un aliento eterno.

Y ese es el mejor arte del hombre, sin duda. Esa, su libertad!!

El problema se suscita cuando queremos ser artistas de las cosas de todos los días. Ahí, ante la impronta del esclavo que mira su reloj para llegar a tiempo, que cuentas los días y las monedas para pagar la factura pendiente, ahí es donde el artista sufre. Ahí donde el amor no puede ser un canto de balcón y cítara sino que es lucha de convivencia de todos los días. Ese es otro arte, hermanos mortales!

Y qué, entonces? Ser artista solitario o esclavo sin imaginación?

Pues a mi modo de ver, hay que saber poner la cuota de arte necesaria a cada paso que se da. Es muy desalentador ver a mis congéneres luchar contra la nada de sus vidas como perros de pastoreo que se contentan con correr las ovejitas y lamer la mano del amo al final de la jornada.

Los veo todo el tiempo y siento su nada; pero no puedo hacer que sus vidas tengan sentido más allá de la concreción de sus mínimas expectativas…

Ahora voy a hablar de la segunda limitante de la libertad: Nuestro karma.

Como Budista que soy, creo en el destino; pero no como cosa inamovible sino como “tendencia”; en otras palabras, como limitante en un plano de repeticiones universales que se traen y se llevan de vida en vida. Porque, claro, los Budistas creemos en la reencarnación.

En ese sentido, todos llegamos a esta vida actual con una cierta impronta dada por los eventos de vidas pasadas: somos como no supimos dejar de ser antes, y arrastramos esa valija hasta ésta y quizás otras vidas.

Ahora, con esto, la libertad adquiere otra arista: no sólo es un derecho más o menos bien ejercido. Es también la herramienta para el cambio.

Si no te permites ser feliz, si le permites a otro u otros que no te permitan ser feliz, ese es tu Karma. No es de ahora, es desde siempre y deberás enfrentar el hecho de que eres adicto a tu karma. Es muy difícil de trascender eso; de hecho, la conciencia de mi imposibilidad me hizo Budista.

Para los no budistas, sólo puedo aconsejar algo que viene de las Artes Marciales: “Acompaña siempre el movimiento”. Los caprichos, las posturas fijas en la hostilidad, no son otra cosa que la manifestación de la tendencia a chocar mil veces la pared. Ella podrá romperse algún día, pero antes te romperás tú.

Esto va también, claro, para los amores imposibles. No te quedes ni un instante en el imposible: Estás tratando de ser artista cuando deberías ser alpinista. No dejes que el imaginario de lo que podría ser te impida ver lo que es. Los hechos son los que mandan. Si alguien se va, acompáñalo hasta la puerta. Si alguien golpea a tu vida, tómate el minuto para abrirle y escuchar qué trae.

Gracias por permitirme la libertad de decirles esto. Hasta la semana que viene.