bUsCaR (en este blog ó en internet)

09 abril 2008

OjO cOn lA eNviDiA


Contrariamente a los que se dice de ella, esta dama desterrada de los pedestales sacros no ha resignado ni un centímetro de baldosa en las cortes y los salones sociales.

La hallareis en todo lugar donde alguien tenga algo que el otro no tiene; es decir, en todas partes.

Y no estamos hablando de un sentimiento que no daña más que al que lo experimenta, como
sugieren las enciclopedias... Hablamos, básicamente, de resentimiento.
Horrenda sensación que va envenenando el corazón, el resentimiento parte de una pregunta que JAMÁS debemos formularnos pero que los resentidos insiten en poner:

¿Por qué aquél tiene lo que yo no tengo?

Ahhh... las puertas del Averno tienen un código, o más de uno. Pero uno de los que las abren es precisamente esa pregunta.

El Destino, amigos míos, no es nada más y nada menos que nacer en el lugar y el momento que
nos ha tocado. Amen que, una vez natos, transitar por donde vamos transitando sea más un azar que una decisión en la mayoría de los casos.

Pero aquellos cuya posición en la vida arranca con esa pregunta serán, casi con seguridad, deglutidos por una de las llamas con que el Demonio quema a sus súbditos para convertirlos en parte de la destrucción.

Y hago esta sinapsis dantesca por la obvia razón de que La Envidia es uno de los Pecados Capitales; y no por casualidad.

Lo que vengo yo a refutar es esa ingenuidad de wikipedia de considerarla sólo un daño que el envidioso se hace a sí mismo.

Pues NO!

Muchos de los males de este mundo han arrancado con preguntas como la que el resentido se hace en pos de una envidia. ¿Por qué no YO?

La envidia es tan destructiva al envidiado como puede serlo al envidioso. Porque muchas veces la cosa no termina ahí: sirve de resentida justificación para otras acciones, como robar, destruir y hasta matar.Lo vemos todo el tiempo en las calles, en las escuelas, en los lugares de diversión...

Esta sociedad, la mía, está enferma de envidia. Cuidado argentinos!

Cuando empezamos a ver al otro como sujeto de una bondad que no nos es dada comenzamos a
detestarlo. Y ese humeante camino no conduce a nada bueno, claro.

Entonces, pobre del envidioso pero pobre del envidiado!

Porque quizás en poco tiempo ese sentimiento encerrado en el envidioso se exteriorice como una explosión infernal.

Por supuesto que la desigualdad social, cuanto más profunda, más alimenta ese mosntruo infernal.

Y eso que no quise meterme en los considerandos esotéricos de la envidia, tema que ha dado secular literatura a más de una historia truculenta; sabido es que se considera a la envidia ajena como motor de malas rachas. Es vox populi centenaria que ella se derrama sobre el envidiado como peste y que afecta su vida, sus relaciones, sus negocios y sobre todo su buen juicio.

Más allá de creencias, energías y santerías, el envidioso se transforma en resentido; y el resentido, en enemigo.

Y yo no quiero adolescentes que corten la cara de otras porque las ven más lindas que ellas.

No hay nada que las haga más feas que ese envidioso resentimiento.

Que alguien se los explique, por Dios!