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13 septiembre 2007

eL OjO qUe NO miRa


Y bien, de qué estamos hablando... Si vamos por la vida (por la calle, por la casa, por la cama...) sin ver al otro.


No he conocido tribu menos gregaria que la porteña. Esquivar la mirada es su deporte nacional. Hacerse el que no vio nada, su mejor papel en la obra de su vida.


Pobre ser el que no trasmite ni recibe de los otros. ¿Será que tenemos miedo al "qué pedirán", más que al "qué dirán"? El vecino te ignora, y no sólo eso: se hace el distraído si lo saludás a la salida del ascensor; pero no por necio -o tal vez un poco-, sino porque no cabe en su diminuta cabecita que el otro (vos, yo...) lo haya saludado SIN CONOCERLO DE TODA LA VIDA!!!


Éste es un muy tonto ejemplo, nada menos. La gravedad del asunto se verifica en las calles todos los días. Accidentes estúpidos que provocan muertes y daños terribles protagonizados por seres insensibles a VER al prójimo. Desinteresados de la suerte de que haya OTROS a su lado pidiendo pista. Somos niños que no queremos -ni sabemos- compartir el arenero.


Hoy, un pobre tonto bien vestido salía de un edificio público blandiendo el paraguas de punta. Quizás él jamás consideró que detrás de esa puerta que franqueaba tan horondo estaba la vereda de la calle Tucumán casi esquina Uruguay. Eran las 10:30 de hoy jueves. Groso modo, a esa hora deben circular unas 100 personas por minuto frente a esa puerta. Hay que ser, eh...!
A qué si te ponés a pensar un poquito, te reconocés en alguna de esas costumbres trogloditas tan, pero tan porteñas. Yo sí, mal que me pese. Es que de tanto estar con los monos, terminás comiendo bananas. Perdón, monos.


Así, sin ojos en la cabeza, ¿a dónde vamos a parar, Buenos Aires?


Un gran abrazo, y a mirar a los costados