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08 octubre 2010

uN OjO a lA vErDaD y lA mEnTIrA


Una de las perversiones que frena todo en la Argentina es la mentira.

Me doy cuenta: los argentinos tenemos la necesidad sistemática de mentir.
Nadie se salva, ningún estrato social queda fuera de este pandémico síndrome.

Resulta que tenemos el don de la palabra… Se dicen muchas cosas, todas lindas… Se promete más allá de lo posible, todo porque se sabe que cumplir no es una premisa.

Los mandatarios prometen. Dicen y dicen un montón de frases muy bien concebidas… Nada, o muy poco se ve después, se hace real.
Los amigos se comprometen, se dicen “si, dale” tan seguido que ya nadie cree que esa afirmación, esa promesa vaya a realizarse.

Es muy triste ser defraudado. Pero más triste es saberse parte de una parodia de realidad, que se instala en palabras, decretos, promesas que nunca serán cosas, hechos. Hablo de comunidades enteras estafadas en su más profunda esperanza. Hablo de un pueblo descreído que ya no cree en nada ni en nadie.

Hay un mal cosmético que se llama “maquillar la realidad”. Eso sucede en casi todas las culturas. Acá la cosa es mucho más profunda: Acá tenemos que hablar de una “cultura maniquí”, un dummy que se puede vestir con cualquier trapo, según la ocasión, pero que nunca deja de ser un cuerpo inerte, bobo y manejable por quien lo tenga a mano.

Y uno lo que espera es un país de cuerpo presente.