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02 marzo 2009

uN Ojo A lA mIrAdA mIsMa



He regresado. Después de varios meses fuera, volví a este lugar, a esta zona del espacio virtual donde dejo constancia de que no vivo por que sí. Y que no voy a pasar por esta vida sin decir algo.

Esto no es que deba importarle a nadie más que a mí, claro está. Pero ya que voy a dejar algo, una piedra escrita que lleve mi nombre, digamos, como señal del paso, ya que estoy en este plan quién sabe por qué necesidad personal, voy a mirar.

Y al mirar, me veo obligado a pensar, a procesar lo que veo porque mirar no es ver y nada más.

Entre otras cosas, me he estado interesando en cómo la mirada reconstruye o recrea al objeto que mira.

Cuántas personas del sexo opuesto conocemos… miles, cientos de ellas un mismo día si se habita una gran orbe. Posamos una mirada fugaz, al paso sobre ciertas de ellas… pero un día, en le trabajo, la escuela, un bar, miramos a alguien que nos interesa volver a ver.

Y es notorio cómo ese mirar lo cambia todo; cambia, incluso, al mirado mismo.

Me dí cuenta escribiendo un guión para un corto en el que pretendía narrar la historia de un tipo común (muy común, un don nadie diplomado) quien de a poco iba, sutilmente, revelando su costado interesante; y bien, no pude. Por qué?

La respuesta es casi obvia, ahora que lo he intentado: Es que una vez que la cámara se posa en un objeto o sujeto, el mismo comienza a tomar una relevancia inusitada, aun si se tratara de un tipo sin ninguna gracia.

Así, igualmente, trabajan nuestros ojos al posar su mirada.

Capricho, intuición, casualidad, inconsciente… Por qué este y no aquél, ésta y no aquella? Eso parece tema para otra entrada.

Pero lo peor todavía no lo dije.

Resulta que esa mirada nunca es neutra (gracias a los dioses!); se trata de un mirar contaminadísimo, tanto más cuanto mayor en edad sea el que mira y más cerrada o limitada su educación y cultura.

No me refiero a una pobre educación sino a una represiva, por ejemplo, a la que yo consideraría la más pobre de todas.

Y es que miramos con ojos de espejo.

Poseemos, los humanos comunes, unos ojitos muy muy cincelados por las experiencias vividas desde la más temprana edad (para eso están ellas!). No podemos saber desde cuándo aunque la psicología nos hable de “experiencias uterinas” y hasta “preuterinas” (un día de estos todos caeremos en la cuenta de que, al fin, había vidas anteriores).

Yo me he descubierto buscando a alguien en la piel de otro. Quién puede culparme?
El secreto estaría en cómo deshacerse de ese “manual de similitud” con el que llegamos a mirar al otro como si de otro diferente se tratase.

Por favor! No quiero ser visto con ojos contaminados de otros! Denme la oportunidad de ser yo mismo! Y es que a veces, hasta nos favorece esa falsa representación… Quizás al principio de una relación, por ejemplo. Luego, uno mismo se encarga de dejar la peor imagen al ser, justamente, uno mismo. Y es que algunos no servimos para responder a las expectativas de otros. Ni siquiera a las propias, en mi caso.